Mis manos son importantes. Puedo abofetear, derribar, golpear, arañar, herir, disminuir, desmoralizar, usar y abusar; también puedo construir, acariciar, apoyar, comunicar, prevenir, remediar y humanizar. Depende del uso que yo sepa darles.
Vi a mucha gente, inclusive amigos míos, con los puños cerrados como si eso resolviera algo en un mundo que ya no tiene miedo del amor, mucho menos de la violencia.
Yo solía creer que las manos de los jóvenes acabarían por enderezar el mundo. Pero crecí, y ahora sé que las manos no consiguen crear nada que no haya sido creado primero en el corazón. Tengo la absoluta certeza de que las manos son una prolongación del corazón. Los dedos que se deslizan por el pelo de quien queremos o que escriben las palabras justas para el amigo que se halla en dificultades son la prueba de que soy persona en un mundo que a veces nos puede transformar en robots.
En la misa del domingo anterior di mis manos a dos personas completamente desconocidas mientras rezábamos el Padre nuestro. Fue algo que sentí hondo. Fue cristiano.
Creo que he caminado mucho más con mis manos de lo que normalmente camino con mis pies.
Creo que no quiero llegar a los cielos con las manos vacías. Estoy ofreciendo mis manos al que quiera rezar el Padre nuestro conmigo.
Observo las manos del albañil callosas y feas, observo las manos de mi hermana, delicadas y bien cuidadas, observo las manos de los niños, observo las manos de todos y llego a la conclusión de que son iguales. Todas ellas pueden cargar armas y jalar gatillos. Todas pueden acariciar a un niño o a un crucifijo. Depende del corazón que las domina.
Creo que he caminado mucho más con mis manos de lo que normalmente camino con mis pies.
Creo que no quiero llegar a los cielos con las manos vacías. Estoy ofreciendo mis manos al que quiera rezar el Padre nuestro conmigo.
Observo las manos del albañil callosas y feas, observo las manos de mi hermana, delicadas y bien cuidadas, observo las manos de los niños, observo las manos de todos y llego a la conclusión de que son iguales. Todas ellas pueden cargar armas y jalar gatillos. Todas pueden acariciar a un niño o a un crucifijo. Depende del corazón que las domina.